ACCEDÍ PORQUE CREO QUE SOY MUY FÁCIL

Cuando me presente a su casa me encontré en ansiedad, poco profesional, pero aún así me dije que era una sesión como cualquier otra, como las tardes de sol y de playa, me lo dije tan fuerte que ella lo noto en mis ojos; busco la forma de quitarme esa sensación.
El equipo aún en el maletín y mis manos que no podían soltarle, así que recurrí a los mordiscos para hacernos reír y separarme de sus labios. Anda que vamos a tomarte algo sensual –dije mientras colocaba el flash en 1/60– y quiero que tú te arranques los trapos, no yo. Entendió y con sonrisas tomo mi mano y me llevo hasta la habitación, no porque desconociera el camino, sino porque necesitaba la prisa, y así lo entendí.

– ¿Hace cuanto que tomas fotografía? – preguntó tirándose a la cama.
– Desde hace tres años – dije mientras me aseguraba de no haber perdido algún lente en la carrera escaleras arriba.
– ¿Y, has hecho algo así?
– ¿Te refieras a las fotografías? muchas veces.
– No me refiero a eso, me refiero a unas fotos así, como las que vas a tomarme.
– No, nunca, eres la primera y accedí porque creo que soy muy fácil.
– Yo no creo que seas fácil, pero desde que te vi supe que haríamos algo así, aunque nunca hubieras tomado fotografía – y se rió maliciosa.
– Tonta anda vamos a ver que hace esta cámara y ya después que hacemos.

Encendí música y comencé a poner algunos tri-pies con flashes en algunos lugares convenientes, ella se dejo llevar por la música, y bailo para la cámara o para mí, que en esta ocasión era lo mismo.

No he dicho como ella estaba vestida, llevaba el cabello agarrado con un lápiz, pero su rostro terso se veía hermoso aun en el desorden de nido que la coronaba, traía un vestido de una sola pieza, color vino, entallado en la cintura, pero amplio hacia abajo, seguro si hubiera viento se delinearían sus piernas en ese ligero trozo de tela, y habría más de cinco muertos en escena; su escote era normal, no mostraba más de lo necesario en lo que podría decirse un atuendo decente, lo que provocaran sus pechos era otra cosa.

La seguí con la cámara, busqué ver como se soltaba el cabello, capturar sus vueltas mientras el vestido volaba como gaviota junto al mar; danzaba como si no estuviera viéndola, o como si sabiendo que la miraba, buscara torturarme con tanta cadera y buenas piernas. Era el momento, cargue el flash a la cámara y la tome de la mano –anda que se me ocurrió algo– dije mientras tiraba de ella y escuchaba su sorpresa; entre sus risas y las mías la lleve al cuarto de baño y abrí la regadera –quieres ver que tan bien bailo entre la espuma– me dijo mordiéndome suavemente un hombro. – ¿Cómo haces para saber lo que pienso?– pregunte pero no contesto, porque ya estaba regulando la temperatura de la ducha. Lo que siguió fueron risas, y miradas acosadoras, mucha agua recorriendo su cuerpo, que de algún modo parecía apretarse en su vestido ahora transparente, logre ver sus pezones gracias a la humedad, e imaginar una humedad más calida entre sus piernas; y allá va el vestido, que se redujo a la nada lejos de su cuerpo, lejos de su piel que quemaba el agua y la evaporaba, ella riendo y arrojándome la humedad de sus manos, apretándose los senos, y yo sin darme cuenta como sostenía la cámara, riendo también, en estado de fascinación indescriptible; su cuerpo torneado, y entonces entendí porque el cambio en mi, porque aceptar una fantasía de este calibre.

Al final habría que buscar la cámara, pero no me importaba mucho en ese momento, después de que ella se quedo sin nada no hubo muchas ganas de seguir tomando fotos, yo quería tocar a esa mujer, con tanta urgencia, saborear sus pechos, morder sus piernas y escuchar sus gemidos y los míos. Con mi ropa empapada hubo necesidad de abandonar la regadera, de buscar refugio en su cama, mientras que batallaba por quitarme la ropa mojada, ella reía acariciándome, y mi ser entero sufría el suplicio de las prendas.

Hubo que amarse mucho, desprenderse de complejos y miedos, amar de una manera diferente, amar con el alma, mirar a otro cuerpo sentir lo que yo sentía, supe que no podría ser diferente, que ella me pertenecía y yo a ella. Sentí su explosión, y mi cansancio era tal que caí sobre de ella, y no pude moverme; sentirla debajo de mi, sus senos contra mi piel, su sexo entre mis piernas, era algo más, aún más que la fotografía, más que el sexo, se sentía correcto el acariciarla, recorrerla, supe qué era el amor, y tuve que hacer algunas preguntas para asegurarme de que no pisaba en el aire.

– Gabriela, ¿haces esto seguido? – pregunte mientras me tendía a su lado.
– Las fotografías, no, nunca. – dijo y se apretó contra mi.
– Me refiero a lo que paso entre tú y yo.
– Ella rió y contestó tranquila, imitando el mismo tono que yo use hace tres horas al llegar –no, nunca, eres la primera y accedí porque creo que soy muy fácil– y reímos juntas.
Sereno.